martes, 2 de junio de 2015

Cuando el pupilo se convirtió en jefe


CUANDO EL PUPILO SE CONVIRTIÓ EN JEFE
 
Quique Sánchez Flores y Amedeo Carboni
 
Corría el verano de 2005 y el Valencia venía de hacer una temporada post-doblete desastrosa. El equipo no logró ni clasificarse para la Copa de la UEFA y requería de un cambio radical. El primero de ellos se daría en el banquillo. Después del fallido retorno de Claudio Ranieri y del experimento fracasado de Antonio López, el presidente Juan Soler decidió contratar a la antigua leyenda del club, Quique Sánchez Flores, uno de los mejores laterales derechos que ha jugado en el Valencia. Venía de hacer una temporada fantástica en su año de debut en la élite en el Getafe, al que salvó del descenso con varias jornadas de antelación. La afición esperaba que tuviera similitudes con Rafa Benítez, ya que Quique tenía un perfil similar: joven, con hambre de triunfos y una idea de juego parecida.

Al mismo tiempo, otra leyenda del club, Amedeo Carboni, se disponía a disputar su última temporada como profesional. El italiano había renovado el año anterior por dos temporadas, cobrando en esos dos años lo que hubiera ganado en uno sólo, es decir, dividiéndose el sueldo. Pero con 40 años, sabía que estaba cerca su retirada como futbolista.

La temporada 2005/2006 fue bastante positiva a nivel deportivo (clasificados para la Champions League con dos jornadas de antelación) pero abrió una grieta que afectaría de manera inmediata al club y a los aficionados. Desde el primer momento Quique y Carboni, que tenían temperamentos fuertes, no congeniaron. Además, Quique le daba minutos a Moretti y a Fabio Aurelio, dejando como tercera y casi inédita opción al lateral de Arezzo. Al final sólo disputó 5 partidos de Liga, un bagaje muy limitado para un jugador acostumbrado a jugarlo todo. Al ver que tenía tan pocas opciones de jugar, Carboni aprovechó y se sacó el título de dirección deportiva, haciendo viajes esporádicos a Madrid para poder acudir a clase. Como era previsible, Carboni terminó la temporada retirándose y recibiendo una gran ovación de Mestalla, no así de sus compañeros quienes, salvo alguna excepción, dejaron al italiano sólo en el césped despidiéndose de la hinchada valencianista.
Carboni en su despedida como jugador en Mestalla
 
Aún así, Juan Soler, en una decisión sorprendente, decidió prescindir de Javier Subirats como director deportivo (quien había vuelto a trabajar en el club el año anterior, dos años después de haberse marchado) y contratar al inexperto Carboni, quien finalmente se había sacado el curso en dirección deportiva.

Carboni nunca tuvo un agente en su etapa como futbolista del Valencia por lo que se caracterizó por no conceder a los representantes más de lo que se estipulaba legalmente. Eso le acarreó algunos problemas, principalmente cuando se tuvo que negociar la renovación de Ayala, con quien no había hecho buenas migas en el vestuario años atrás. A Quique tampoco le hizo mucha gracia, ya que su relación con Carboni no era buena y vio como de la noche a la mañana, su pupilo se había convertido en su jefe. Además, advirtió que el italiano se había convertido en el ojito derecho del presidente.

Así pues, el Valencia fue el principal perjudicado por esta confrontación. La toma de decisiones a la hora de fichar fue el primer pulso que tuvieron que dirimir ambos. El primer conflicto se creó a la hora de buscar un extremo derecho. El italiano empezó a negociar por el brasileño de la Roma Alessandro Mancini quien, precisamente, había ido a Mestalla para disputar con su equipo el Trofeo Naranja en verano. En la rueda de prensa post-partido, Quique tiró a la basura aquellas negociaciones después de afirmar que no era el tipo de jugador que quería para su equipo. Entretanto, el presidente Juan Soler había intentado el fichaje de Cristiano Ronaldo pero dada su inviabilidad, Carboni siguió peinando el mercado y puso sobre la mesa el nombre de sus compatriotas Franco Semioli (Chievo Verona) y Marco Marchionni (Parma), ambos descartados inmediatamente por el cuerpo técnico. Al final lograron ponerse de acuerdo en un nombre, el del portugués del Benfica Simao Sabrosa. Pero cuando todo estaba prácticamente cerrado y el jugador iba a ser presentado el día de la misma presentación del Valencia ante su afición, su agente se descolgó pidiendo más dinero y Carboni, reacio a aceptar presiones de los agentes, rechazó su fichaje. Al ver la dificultad de firmar un jugador de banda derecha y ante la necesidad de atar un futbolista de relumbrón, Juan Soler decidió tomar la sartén por el mango y lanzarse a fichar, después de la negativa del Manchester United por Cristiano Ronaldo, a Joaquín, del Betis, por el que desembolsó 25 millones de Euros, avalados con su propio patrimonio.

Pero el conflicto final vino con la posición de delantero. El club buscaba un jugador que complementara a la dupla Villa-Morientes. Quique lo tenía claro, quería al delantero del Espanyol Luis García pero Carboni tenía otros planes. Al italiano no le gustaba el perfil del jugador perico y su precio era prohibitivo (más de 15 millones de Euros según algunas publicaciones). Por lo que, en su empeño de firmar un compatriota, y a pesar de la negativa del cuerpo técnico, Carboni fichó a Francesco Tavano por unos 10 millones. El punta transalpino había logrado la nada desdeñable cifra de 19 goles con el modesto Empoli.

Quique fue coherente y apenas utilizó al delantero italiano en la rotación del equipo, a pesar de las muchas lesiones que estaba sufriendo la plantilla. Además, aprovechó el hecho de que Tavano había llegado bajo de forma y con un ligero sobrepeso. Tampoco ayudaba la personalidad reservada del jugador, que apenas tenía relación con sus compañeros. Al final sólo jugó 221 minutos divididos en 6 partidos (ningún gol) antes de hacer las maletas y volver a Italia en enero, siendo cedido a la Roma.
Francesco Tavano durante uno de sus pocos partidos con el Valencia
 
A pesar de los intentos de Juan Soler por mejorar la relación, la distancia entre Quique y Carboni ya era muy grande. Incluso afectó a los aficionados, quienes crearon bandos a favor de uno y del otro.

El Valencia acabó consiguiendo el objetivo principal de volver a clasificarse para la Liga de Campeones y el presidente acabó llegando a la conclusión de que debía decidirse por uno de los dos, por el bien de la estabilidad del club. Cuando todos esperaban que eligiera al italiano, Soler acabó apostando por el entrenador madrileño, aunque meses después acabaría destituyéndolo.

La última confrontación entre ambos tuvo lugar una vez Carboni ya estaba fuera del club. En un movimiento inteligente, el italiano había logrado firmar a un joven futbolista de la cantera del Real Madrid: Juan Mata. El jugador había rechazado todas las ofertas de renovación del club madridista y Carboni le ofreció la posibilidad de tener minutos en el primer equipo del Valencia. Así pues, lo firmó sin tener que pagar ningún traspaso, ya que su contrato expiraba ese mismo año, y en contra de la opinión del cuerpo técnico valencianista. Hay rumores que dicen que Quique no le dio minutos porque fue Carboni el que había apostado por él, y otros aún peores que dicen que, al negarse Mata a renovar con el club merengue, Míchel, entrenador del filial madridista y buen amigo de Quique, le había recomendado al entrenador valencianista no alinear al jugador. Pero todo eso son conjeturas. Al fin, la historia dice que Quique apenas le dio protagonismo y fue el holandés Ronald Koeman quien sacó al joven de su ostracismo y lo ayudó a desarrollar su potencial. 
Juan Mata celebrando un gol en su primera temporada con el Valencia
 
Al final, esta confrontación entre Quique y Carboni fue sólo el aperitivo de conflictos mucho mayores que ocurrieron meses más tarde y que acabaron con el Valencia en los puestos peligrosos de la tabla clasificatoria, demasiado cerca del descenso.

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