martes, 30 de junio de 2015

Transición y conformismo


TRANSICIÓN Y CONFORMISMO
 
Vicente y Carboni protestando una decisión del árbitro en el Valencia-Inter
“Que se refuercen los demás”. El Valencia acaba de ganar la Liga 2001/2002 y, sin embargo, la situación económica del club es delicada. El entrenador, Rafa Benítez, sabe que ha exprimido al máximo a su plantilla hasta lograr convertirla en campeona, derrotando a los galácticos del Real Madrid, así como también al poderoso Deportivo de principios de siglo. Por lo tanto, el técnico madrileño pide refuerzos, fichajes que puedan dar un plus a la plantilla, que aumente la competitividad y para paliar posibles bajas ante el interés de clubes poderosos por las estrellas del Valencia. La respuesta del presidente, tanto de manera privada como pública, fue contundente: “que se refuercen los demás, los campeones somos nosotros”. Arrogancia en estado puro por parte de Jaume Ortí.

Jaume Ortí, presidente del Valencia en aquella época

El Valencia necesitaba refuerzos específicos, especialmente en el lateral derecho y en la punta de ataque, después de las bajas de Angloma y de Adrian Ilie. Para el ala derecha, el Valencia estuvo tanteando durante meses la incorporación del futbolista del Las Palmas, recientemente descendido a Segunda División, Ángel. Un lateral con buena proyección y futuro. Finalmente ficharía por el Celta de Vigo, donde conseguiría ser internacional con España, antes de jugar en el Villarreal, Betis y de vuelta a Las Palmas. Para la delantera, el objetivo era Albert Luque, del Mallorca, donde había jugado dos temporadas fantásticas que le permitieron ir al Mundial de Corea y Japón, pero su precio era prohibitivo y terminó fichando por el Deportivo.

Por lo tanto, Rafa Benítez se quedó compuesto y sin fichajes y Jaume Ortí, presidente del Valencia en aquella época, enunció la frase con la que se abre este artículo intentando tapar que el club no disponía del dinero suficiente para poder reforzar el equipo con garantías.

El entrenador, a pesar del gran nivel de la plantilla, temía que sus jugadores, después del gran esfuerzo hecho para lograr el campeonato de Liga, pudieran acomodarse y bajar el pistón, teniendo en cuenta el regreso del Valencia a la Champions League.

Y parece ser que sus preocupaciones tenían sentido después de ver el primer mes de competición. El equipo perdió de manera contundente la Supercopa de España ante el Deportivo y, en el entrenamiento anterior al primer partido de Liga en Mallorca, Rafa Benítez decidió cancelarlo diez minutos después de su comienzo, debido a la poca intensidad que veía en sus jugadores, quienes estaban de risas y con pocas ganas de correr.

Afortunadamente, el principio de la temporada en Liga y en Champions fue prometedor y el equipo mostraba un nivel similar al de la temporada anterior, en parte gracias a un sistema defensivo sólido y al gran acierto de John Carew en ataque. El equipo se colocó líder en el mes de septiembre.

Pero, a partir de entonces, el Valencia empezó a tener una alarmante falta de gol, agravado por el hecho de que los jugadores eran incapaces de acertar desde el punto de penalti; de hecho, llegó un momento en el que cuando se pitaba una pena máxima a favor del Valencia parecía que el castigo recayera en los propios futbolistas del Valencia, creándoles una gran inseguridad. Incluso un especialista como Rubén Baraja llegó a fallar dos en un partido en casa contra el Celta.

En la Champions League el panorama era bastante halagüeño. El grupo que le tocó en suerte al Valencia era bastante asequible, con el Liverpool, el Spartak de Moscú y el Basilea. El Valencia lideró su grupo sin problemas pero en la segunda liguilla tendría que vérselas con rivales temibles. Un Arsenal invencible liderado por Henry, Vieira, Pires o Bergkamp; una Roma muy potente con Totti, Cafú y Cassano y, por último, un Ajax de Amsterdam entrenado por Ronald Koeman en el que militaban jugadores que serían estrellas años más tarde, como Ibrahimovic o Van der Vaart, y veteranos como Litmanen.

En el mes de noviembre tuvo lugar un hecho que no hizo más que dificultar la relación entre Rafa Benítez con la directiva. Javier Subirats, director deportivo y gran valedor del entrenador, fue sustituido en el cargo por otro ex-futbolista del Valencia, Jesús García Pitarch, con el que el técnico tendría sus más y sus menos en varias ocasiones. Aún así, Benítez firmó su renovación por dos temporadas más, pactada anteriormente con Subirats.
Suso García Pitarch junto a Rafa Benítez
Cuando llegó el mes de diciembre, el club no estaba lejos de los primeros puestos de la clasificación, liderada por la sorprendente Real Sociedad de Nihat, Kovacevic y Xabi Alonso. Pero la falta de gol era preocupante. El equipo hacía muchas ocasiones pero siempre fallaba a la hora de rematar. Un ejemplo de ello fue el primer partido de la segunda fase de grupos de la Liga de Campeones en Mestalla contra el Ajax. El Valencia, después de tener más de diez ocasiones vio como, en el minuto 87, Zlatan Ibrahimovic marcaba para los holandeses en la única ocasión que tuvo su equipo. Por fortuna, en el descuento, Angulo marcó el empate. Sumado a la falta de acierto y al problema con los penaltis, el Valencia empezaba a flaquear en la zona en la que más fuerte era: en la defensa. El Valencia, a mitad de temporada, empezó a recibir goles a balón parado debido a la falta de tensión defensiva que tanto temía Benítez al principio de temporada.

La Copa del Rey terminó pronto para el Valencia en aquella temporada. Con la regla del partido único en casa del rival más débil, el equipo logró eliminar al Nàstic de Tarragona por penaltis pero cayó de la misma forma contra el Alicante, de 2ªB. Un fracaso a sumar al de los años anteriores, contra Osasuna, Guadix o Novelda.

Por otro lado, no faltó el escándalo anual del Santiago Bernabeu. Aún dolido por haber perdido la Liga en el año de su centenario, el Real Madrid empezó a orquestar presiones mediáticas contra el equipo valencianista para descentrarlo y poder evitar obstáculos en su camino por el título liguero en unos años en los que su máximo rival, el Barcelona, estaba jugando a un nivel paupérrimo. Así, con 1-1 en el marcador en un partido en el que el Valencia estaba mostrando un gran nivel, el lateral derecho madridista Míchel Salgado simuló una agresión de Pablo Aimar; el árbitro picó y el argentino fue expulsado. Aimar, un jugador incapaz de hacer daño a nadie, se retiró del campo sin entender nada. A partir de ahí el Valencia se descentró y terminó cayendo 4-1, jugando más de media hora con uno menos.
 
Aimar siendo expulsado en el Santiago Bernabeu
 
En el mercado de invierno, el Valencia por fin pudo reforzarse, después de que Curro Torres, el único lateral derecho de la plantilla, se lesionara de gravedad en su rodilla. Benítez se vio reforzado después de pedir durante el verano un lateral derecho. El elegido fue el francés Anthony Réiveillère, del Rennes. El Valencia no poseía una gran capacidad económica, por lo que se hizo con sus servicios en forma de cesión con una opción de compra a final de temporada que el club no ejercería, a pesar del buen rendimiento del francés, que lo jugó todo desde enero hasta el final. Después de su paso fugaz por el Valencia, Réveillère jugó diez años en el Olympique de Lyon como titular indiscutible ganando muchos títulos y siendo miembro de la selección de Francia durante un Mundial y una Eurocopa.


Presentación de Anthony Réveillère como jugador del Valencia


A partir de la segunda vuelta el Valencia se vendría abajo. La exigencia del calendario (esta temporada fue la última en la que los octavos de final de la Champions League se jugaría como una liguilla, para así descargar a los jugadores de partidos) y el desatino en ataque, sólo salvado por unos números aceptables de Carew, Aimar y un sorprendente Fabio Aurelio, hicieron que el equipo tuviera problemas para sacar los partidos adelante.

En la segunda liguilla de la Liga de Campeones, el Valencia logró clasificarse en uno de los grupos más igualados de la historia, y además como primero de grupo, después de una noche mágica, el día de la cremà de las Fallas, derrotando al potente Arsenal por 2-1, recordando la victoria lograda contra el mismo rival dos años antes y que permitió al Valencia clasificarse para las semifinales de la Champions League en 2001. Además, el verdugo de los británicos volvió a ser el mismo que dos años antes: el noruego John Carew. El Valencia sufrió, ya que el Arsenal poseía el ataque más potente del continente, pero el equipo logró jugar a su máximo nivel, sobre todo a nivel defensivo, y el gigante noruego tuvo buena puntería en ataque.  En cuartos de final esperaba el Inter de Milán de Héctor Cúper, otro hueso duro de roer, con Zanetti, Materazzi, Crespo y Vieri entre otros.
 
 
La relación entre Rafa Benítez y su plantilla empezaba a agrietarse. El técnico sabía que, si querían competir con los mejores, necesitaba exprimir al máximo a sus jugadores y hacerlos rendir incluso por encima de sus posibilidades. Al verse tan exigidos, hubo miembros de la plantilla que se quejaron por el cansancio que aquello suponía. Es por eso que en la rueda de prensa previa al partido de vuelta contra el Inter, el técnico dio un correctivo público a sus jugadores, con el objetivo de motivarles. Benítez criticó a sus jugadores de falta de actitud y de ilusión, cuestionó su esfuerzo y terminó aquel discurso con la famosa frase “nos quedan dos meses de aguantarnos”, queriendo decirles que aunque tuvieran problemas con él, tenían que darlo todo en aquellos dos meses finales y luego a final de temporada, cada uno tomaría las decisiones que tocaran. También era un mensaje a la directiva, demostrándoles que la falta de refuerzos finalmente sí repercutió en el nivel y resultados del equipo. Todo esto ante una prensa ojiplática. El Valencia venía de perder en San Siro en el partido de ida por 1-0 y necesitaba que los jugadores mostraran todo su nivel, acompañados por unos aficionados que nunca fallaban. 

En el partido de vuelta, el Valencia jugó a un fantástico nivel, a pesar de recibir un gol de Vieri en los primeros minutos del partido. El héroe de aquel partido, como en la eliminatoria del año anterior en la Copa de la UEFA, fue el guardameta Toldo, quien desbarató las múltiples ocasiones que tenía el Valencia. El equipo valencianista volvió a demostrar una gran falta de acierto y, aún así, consiguió remontar el partido y colocarse 2-1, con goles de Aimar y Baraja. El Valencia siguió asediando la portería del Inter y en los últimos minutos, el defensa italiano Adani le hizo un penalti clarísimo a Juan Sánchez, pero el colegiado danés Milton Nielsen no lo vio, o no lo quiso ver. El Valencia cayó eliminado y ese año no habría títulos, ya que el Valencia poco a poco se había descolgado de las primeras posiciones, en las que Real Madrid y Real Sociedad luchaban por el título.
 
 

Después de este jarro de agua fría, el Valencia se vino abajo. El Celta de Vigo y el Deportivo le habían comido la tostada en su lucha por los puestos de Champions League, y el calendario era durísimo, teniendo que jugarse su clasificación para la máxima competición continental con partidos contra el Deportivo, el Real Madrid, la Real Sociedad y el Barcelona. Precisamente contra los catalanes fue cuando el Valencia perdió todas sus opciones, en un partido recordado por el gol de penalti de Mendieta para el Barcelona, cuya celebración Mestalla nunca entendió. El Valencia tenía que consolarse con participar en la Copa de la UEFA la temporada siguiente, aunque la historia al final dice que aquello terminó siendo un regalo.

Al final Rafa Benítez tenía razón: el Valencia necesitaba refuerzos y que la plantilla mantuviera su compromiso y su actitud para poder jugar al mismo nivel que le había permitido ganar la Liga anterior. El equipo al final mostró ese conformismo que tanto temía el técnico valencianista en una temporada que puede considerarse como una temporada de transición, después del éxito de la temporada anterior y el éxito que vendría la temporada siguiente, un accidente necesario que impulsaría al equipo para convertirse en el mejor del mundo.