martes, 23 de junio de 2015

Los genios también se equivocan


LOS GENIOS TAMBIÉN SE EQUIVOCAN
 
Salva Ballesta y Gonzalo De los Santos
En el verano de 2001 el Valencia se encontraba en plena reconstrucción. El equipo había perdido a su presidente, a su entrenador y a su capitán y estrella y, para colmo, el club tendría que jugar en la Copa de la UEFA siendo el subcampeón de Europa.

Para levantar el proyecto llegó un entrenador de perfil bajo, del que muchos dudaron cuando se anunció su contratación, por parte del mismo club y también por los aficionados. Ese hombre era Rafa Benítez, quien había aterrizado en Mestalla de la mano del director deportivo de aquella época, Javier Subirats.

El club se reforzó con jugadores que también eran de un perfil bajo pero que eran jóvenes y tenían hambre de triunfos quienes, a la postre, resultarían ser vitales para los éxitos que tendría el equipo en los años venideros. Hombres como Mista, Marchena, Rufete o Curro Torres se unieron al proyecto aquel verano. Aún así el Valencia todavía necesitaba reforzarse en dos posiciones más: el mediocentro y la punta de ataque.

El estilo de Benítez requería combinar un mediocentro defensivo con otro ofensivo y, por desgracia, Rubén Baraja sufrió una lesión que le mantendría apartado de los terrenos de juego durante seis meses. Para ello, el mismo Benítez insistió en el fichaje de un mediocentro de contención que también tuviera llegada al área contraria y que pudiera ser un complemento ideal para David Albelda. El futbolista elegido fue el uruguayo del Málaga, Gonzalo de los Santos.

No dejaba de ser un jugador de perfil medio y, aún así, el Valencia desembolsó nada menos que 15 millones de Euros para hacerse con sus servicios. La insistencia de Rafa Benítez fue clave. El uruguayo venía de hacer unas buenas temporadas con el equipo malacitano y había despertado el interés de varios clubes, entre ellos, el Inter de Héctor Cúper, pero el jugador eligió vestir la elástica valencianista. Benítez desestimó la posibilidad de fichar a Sergio González, del Espanyol, que acabaría recalando en el Deportivo A Coruña y donde sería clave en los éxitos del club gallego en aquella temporada.

De los Santos fue un futbolista residual, jugando 13 partidos en Liga, casi todos ellos en la primera parte de la temporada, marcando un gol. Con el retorno de Baraja en el mes de enero y debido a la gran forma del vallisoletano, De los Santos apenas jugó en la segunda mitad de la temporada y disputó su último partido en el mes de marzo, en una temporada en la que el Valencia se proclamaría campeón de Liga.

El uruguayo, de todas formas, tuvo una segunda oportunidad en la temporada 2002/03 y se quedó en la plantilla ya que el equipo no se reforzó y Rafa Benítez necesitaba una plantilla amplia para disputar cuatro competiciones, entre ellas el retorno a la Champions League. Jugó más partidos que la temporada anterior gracias al sistema de rotaciones de Benítez, anotando un solo gol, pero su rendimiento fue incluso más pobre que la temporada anterior. Por ello, el Valencia finalmente decidió cederlo al Atlético de Madrid la temporada siguiente.

Después de una temporada irregular, en el verano de 2004, Claudio Ranieri le dio la oportunidad de formar parte de la plantilla del Valencia para la temporada 2004/05, a pesar de la dura competencia que tendría. Pero solo jugó un partido y, en el mercado de invierno el jugador salió cedido al Mallorca. El verano siguiente, el Valencia decidió desprenderse definitivamente del uruguayo, que jugó dos temporadas en el Hércules antes de volver a su país y jugar dos años en el Peñarol de Montevideo, colgando las botas en el año 2010.

Volviendo atrás, al verano de 2001, el Valencia también necesitaba un delantero de primer nivel, que pudiera subir la competitividad en la posición de atacante. Jardel, como era costumbre en los veranos anteriores, era el principal objetivo, pero el presidente del Porto, Pinto da Costa, todavía enfadado con el comportamiento y las maneras del Valencia a la hora de intentar fichar un par de veranos antes a Zlatko Zahovic, decidió cerrarle las puertas. La segunda opción era el chileno Marcelo Salas, de la Lazio. El Valencia disponía de dinero gracias a la venta de Gaizka Mendieta, precisamente a la Lazio, a pesar de que no cobraría íntegro el dinero acordado con el club italiano. El acuerdo con el jugador era total, así como también con la Lazio (6 millones más el traspaso de Kily González) pero una deuda que tenía el club con el chileno y que se negaba a pagar rompió la operación.

Finalmente el Valencia se lanzó a fichar al delantero del Atlético de Madrid, Salva Ballesta. El andaluz venía de ser máximo goleador de Primera División con el Racing de Santander en el año 2000 y, un año más tarde, fue el máximo goleador de Segunda División con el Atlético, anotando 29 y 27 goles respectivamente. Fue un fichaje que no fue bien recibido por la grada, ya que no tenía el perfil mediático que podían tener otras opciones y porque venía de la división de plata del fútbol español. El Valencia venía de jugar dos finales de la Champions League y los aficionados aspiraban a un nivel de jugadores superior. Rafa Benítez, como en el caso de De los Santos, lo tenía claro; Salva siempre fue su primera opción y lo quería a toda costa. El club valencianista pagó 12 millones al Atlético por sus servicios.

Su primera temporada fue poco productiva, jugando 22 partidos de Liga y marcando solo 5 tantos, un registro muy pobre para lo que se esperaba de él. En la última mitad de la temporada su participación fue muy escasa, siendo la cuarta opción en la punta de ataque por detrás de Juan Sánchez, Mista y Carew. A pesar de ello, puede presumir de haber sido parte del equipo que ganó la Liga aquella temporada.

Es importante destacar que Salva siempre tuvo una actitud conflictiva y una personalidad muy fuerte. Aquello le llevó a tener problemas con Rafa Benítez desde el principio. El entrenador madrileño era muy exigente y Salva no era muy partidario del trabajo duro, aparte de no gustarle el sistema de rotaciones de Benítez, lo cual le restaba minutos. Su actitud y su poca puntería hicieron que perdiera protagonismo a final de temporada y que Benítez se arrepintiera de su elección.

Aún así, la temporada siguiente Benítez le dio otra oportunidad, debido a la falta de refuerzos. Pero después de 2 partidos de Liga, uno de Copa del Rey y otro de Champions League (sin goles), el jugador fue cedido al Bolton Wanderers inglés. Para la temporada siguiente, el Valencia lo volvió a ceder, esta vez al Málaga, donde recuperó su olfato goleador, aunque eso no le valió para regresar al Valencia. En 2004 volvió al Atlético de Madrid, ya en Primera División, pero el jugador no respondió a las expectativas. Ya desligado del Valencia, Salva jugó dos años en el Málaga, media temporada en el Levante, dos años más en el Málaga otra vez (en esta ocasión, en Segunda División), retirándose en 2010 después de jugar un año en el Albacete.

Es demostrable el hecho de que Rafa Benítez nunca ha sido un gran fichador. De hecho, desde que el Valencia desperdició 27 millones de Euros en Salva y De los Santos, el Valencia no volvió a dejar que el técnico tuviera la última palabra a la hora de fichar a un futbolista, lo cual le llevó a tener problemas con la directiva en el futuro. Igual le ocurrió años más tarde en el Liverpool o en el Nápoles, donde tampoco estuvo muy acertado, a pesar de exprimir sus plantillas al máximo, como buen entrenador que es, para lograr sus objetivos. Rafa Benítez demostró, especialmente en estos dos fichajes, que los genios también pueden equivocarse.