LOS GENIOS TAMBIÉN SE
EQUIVOCAN
Salva Ballesta y Gonzalo De los Santos |
En el verano de
2001 el Valencia se encontraba en plena reconstrucción. El equipo había perdido
a su presidente, a su entrenador y a su capitán y estrella y, para colmo, el
club tendría que jugar en la Copa de la UEFA siendo el subcampeón de Europa.
Para levantar el
proyecto llegó un entrenador de perfil bajo, del que muchos dudaron cuando se
anunció su contratación, por parte del mismo club y también por los
aficionados. Ese hombre era Rafa Benítez, quien había aterrizado en Mestalla de
la mano del director deportivo de aquella época, Javier Subirats.
El club se
reforzó con jugadores que también eran de un perfil bajo pero que eran jóvenes
y tenían hambre de triunfos quienes, a la postre, resultarían ser vitales para
los éxitos que tendría el equipo en los años venideros. Hombres como Mista,
Marchena, Rufete o Curro Torres se unieron al proyecto aquel verano. Aún así el
Valencia todavía necesitaba reforzarse en dos posiciones más: el mediocentro y
la punta de ataque.
El estilo de
Benítez requería combinar un mediocentro defensivo con otro ofensivo y, por
desgracia, Rubén Baraja sufrió una lesión que le mantendría apartado de los
terrenos de juego durante seis meses. Para ello, el mismo Benítez insistió en
el fichaje de un mediocentro de contención que también tuviera llegada al área
contraria y que pudiera ser un complemento ideal para David Albelda. El
futbolista elegido fue el uruguayo del Málaga, Gonzalo de los Santos.
No dejaba de ser
un jugador de perfil medio y, aún así, el Valencia desembolsó nada menos que 15
millones de Euros para hacerse con sus servicios. La insistencia de Rafa
Benítez fue clave. El uruguayo venía de hacer unas buenas temporadas con el
equipo malacitano y había despertado el interés de varios clubes, entre ellos,
el Inter de Héctor Cúper, pero el jugador eligió vestir la elástica
valencianista. Benítez desestimó la posibilidad de fichar a Sergio González,
del Espanyol, que acabaría recalando en el Deportivo A Coruña y donde sería
clave en los éxitos del club gallego en aquella temporada.
De los Santos fue
un futbolista residual, jugando 13 partidos en Liga, casi todos ellos en la
primera parte de la temporada, marcando un gol. Con el retorno de Baraja en el
mes de enero y debido a la gran forma del vallisoletano, De los Santos apenas
jugó en la segunda mitad de la temporada y disputó su último partido en el mes
de marzo, en una temporada en la que el Valencia se proclamaría campeón de
Liga.
El uruguayo, de
todas formas, tuvo una segunda oportunidad en la temporada 2002/03 y se quedó
en la plantilla ya que el equipo no se reforzó y Rafa Benítez necesitaba una
plantilla amplia para disputar cuatro competiciones, entre ellas el retorno a
la Champions League. Jugó más partidos que la temporada anterior gracias al
sistema de rotaciones de Benítez, anotando un solo gol, pero su rendimiento fue
incluso más pobre que la temporada anterior. Por ello, el Valencia finalmente
decidió cederlo al Atlético de Madrid la temporada siguiente.
Después de una
temporada irregular, en el verano de 2004, Claudio Ranieri le dio la
oportunidad de formar parte de la plantilla del Valencia para la temporada
2004/05, a pesar de la dura competencia que tendría. Pero solo jugó un partido
y, en el mercado de invierno el jugador salió cedido al Mallorca. El verano
siguiente, el Valencia decidió desprenderse definitivamente del uruguayo, que
jugó dos temporadas en el Hércules antes de volver a su país y jugar dos años
en el Peñarol de Montevideo, colgando las botas en el año 2010.
Volviendo atrás,
al verano de 2001, el Valencia también necesitaba un delantero de primer nivel,
que pudiera subir la competitividad en la posición de atacante. Jardel, como
era costumbre en los veranos anteriores, era el principal objetivo, pero el
presidente del Porto, Pinto da Costa, todavía enfadado con el comportamiento y
las maneras del Valencia a la hora de intentar fichar un par de veranos antes a
Zlatko Zahovic, decidió cerrarle las puertas. La segunda opción era el chileno
Marcelo Salas, de la Lazio. El Valencia disponía de dinero gracias a la venta
de Gaizka Mendieta, precisamente a la Lazio, a pesar de que no cobraría íntegro
el dinero acordado con el club italiano. El acuerdo con el jugador era total,
así como también con la Lazio (6 millones más el traspaso de Kily González)
pero una deuda que tenía el club con el chileno y que se negaba a pagar rompió
la operación.
Finalmente el
Valencia se lanzó a fichar al delantero del Atlético de Madrid, Salva Ballesta.
El andaluz venía de ser máximo goleador de Primera División con el Racing de Santander
en el año 2000 y, un año más tarde, fue el máximo goleador de Segunda División
con el Atlético, anotando 29 y 27 goles respectivamente. Fue un fichaje que no
fue bien recibido por la grada, ya que no tenía el perfil mediático que podían
tener otras opciones y porque venía de la división de plata del fútbol español.
El Valencia venía de jugar dos finales de la Champions League y los aficionados
aspiraban a un nivel de jugadores superior. Rafa Benítez, como en el caso de De
los Santos, lo tenía claro; Salva siempre fue su primera opción y lo quería a
toda costa. El club valencianista pagó 12 millones al Atlético por sus
servicios.
Su primera
temporada fue poco productiva, jugando 22 partidos de Liga y marcando solo 5
tantos, un registro muy pobre para lo que se esperaba de él. En la última mitad
de la temporada su participación fue muy escasa, siendo la cuarta opción en la
punta de ataque por detrás de Juan Sánchez, Mista y Carew. A pesar de ello,
puede presumir de haber sido parte del equipo que ganó la Liga aquella
temporada.
Es importante
destacar que Salva siempre tuvo una actitud conflictiva y una personalidad muy
fuerte. Aquello le llevó a tener problemas con Rafa Benítez desde el principio.
El entrenador madrileño era muy exigente y Salva no era muy partidario del
trabajo duro, aparte de no gustarle el sistema de rotaciones de Benítez, lo
cual le restaba minutos. Su actitud y su poca puntería hicieron que perdiera
protagonismo a final de temporada y que Benítez se arrepintiera de su elección.
Aún así, la
temporada siguiente Benítez le dio otra oportunidad, debido a la falta de
refuerzos. Pero después de 2 partidos de Liga, uno de Copa del Rey y otro de
Champions League (sin goles), el jugador fue cedido al Bolton Wanderers inglés.
Para la temporada siguiente, el Valencia lo volvió a ceder, esta vez al Málaga,
donde recuperó su olfato goleador, aunque eso no le valió para regresar al
Valencia. En 2004 volvió al Atlético de Madrid, ya en Primera División, pero el
jugador no respondió a las expectativas. Ya desligado del Valencia, Salva jugó
dos años en el Málaga, media temporada en el Levante, dos años más en el Málaga
otra vez (en esta ocasión, en Segunda División), retirándose en 2010 después de
jugar un año en el Albacete.
Es demostrable el
hecho de que Rafa Benítez nunca ha sido un gran fichador. De hecho, desde que
el Valencia desperdició 27 millones de Euros en Salva y De los Santos, el
Valencia no volvió a dejar que el técnico tuviera la última palabra a la hora
de fichar a un futbolista, lo cual le llevó a tener problemas con la directiva
en el futuro. Igual le ocurrió años más tarde en el Liverpool o en el Nápoles,
donde tampoco estuvo muy acertado, a pesar de exprimir sus plantillas al máximo,
como buen entrenador que es, para lograr sus objetivos. Rafa Benítez demostró,
especialmente en estos dos fichajes, que los genios también pueden equivocarse.