martes, 7 de julio de 2015

El mejor del mundo


EL MEJOR DEL MUNDO
 
El Valencia celebrando el histórico doblete
 
La temporada 2002/2003 acaba de terminar y el Valencia se ve sumido en una crisis muy similar a la vivida en 2001. Posible pérdida de estandartes, mala temporada anterior que sólo le valía para disputar la Copa de la UEFA, pérdida de ilusión por parte de la afición, etc.

El hecho de haberse quedado fuera de la Champions League provocaba que el Valencia todavía tuviera mayores problemas económicos. La única vía que el club veía para poder cuadrar el presupuesto era la venta de jugadores, lo cual no calaba en absoluto en los aficionados. En Barcelona, que estaba en plena época electoral, se decía que Txiki Begiristain, director deportivo del presidente electo Joan Laporta, quería fichar a la “triple A” valencianista (Aimar, Ayala y Albelda), aparte de tener interés por Baraja y Vicente; el Real Madrid insistía con el mismo Ayala, se hablaba del interés del Calcio por Cañizares, también los típicos rumores de salida del Kily González, etc.

Además, el Valencia también venía de un período electoral en el que los dos contendientes (Paco Roig y Bautista Soler) habían prometido fichajes; el ganador fue el constructor Soler y, a medida que iba pasando el verano, la afición esperaba la llegada de unos cracks que no venían. El Valencia preguntó a la Lazio para intentar el retorno de Claudio López utilizando la deuda que la escuadra italiana tenía con el Valencia por el traspaso de Mendieta pero el club lacial se negó a traspasar al argentino, al que consideraban pieza clave para su proyecto. Y, por otro lado, Soler se hizo cargo personalmente de las negociaciones con el Mallorca para poder firmar a Samuel Eto’o, con el beneplácito del entrenador Rafa Benítez, quien estaba perdiendo la paciencia con la directiva por la falta de fichajes.
 
Claudio López y Eto'o, objetivos del Valencia en el verano de 2003
 
A todo esto, la pretemporada empezó con un Valencia que demostraba solidez defensiva de nuevo, después del decepcionante final de temporada anterior, recuperando la actitud perdida en los meses previos. Una victoria en Anfield contra el Liverpool y un gran partido en el Trofeo Naranja contra el Real Madrid (perdido por penaltis) dejaban entrever que el Valencia parecía tener un engranaje óptimo para afrontar la nueva temporada 2003/2004. Además, el propio Rafa Benítez afirmaba que veía a sus jugadores con una actitud y unas ganas similares a las que había visto dos años antes, cuando el Valencia se proclamó campeón de Liga 31 años después de la anterior.

Pero el ambiente social estaba muy caldeado. Jaume Ortí, que seguía como presidente a pesar del resultado electoral, tuvo que soportar una pitada descomunal en la presentación del Valencia ante su afición. Un espectáculo bochornoso para un hombre que no tenía voz ni voto a pesar de su cargo, pero cuyo error fue prometer a la afición que vendrían futbolistas de primer nivel.

En aquellos años, durante la presentación del equipo, solía haber un discurso por parte del presidente, entrenador y capitán. Estos dos últimos fueron aclamados (Albelda fue nombrado capitán ese mismo verano por encima de Cañizares) pero cuando llegó el turno del presidente, la música de viento en Mestalla fue terrible. Ese fue el último año en el que hubo discursos en la presentación. Después de prometer grandes fichajes para intentar ilusionar a la afición, el Valencia, de un día para otro, contrató a dos auténticos desconocidos: el uruguayo Fabián Canobbio, procedente del Peñarol de Montevideo, y el brasileño Ricardo Oliveira, del Santos.
Oliveira y Canobbio
Estos dos fichajes hartaron al entrenador, quien afirmó que había visto a estos jugadores en un par de videos y que no era sabedor de que el Valencia había estado negociando por ellos. Aparte de eso, afirmó que no necesitaba jugadores en esas posiciones (el uruguayo era un jugador de banda izquierda, con más capacidad de lucha que calidad, y el brasileño era un delantero que venía de ser máximo goleador en su país y que en años posteriores llegaría a ser un punta de primer nivel) e hizo famosa aquella mítica frase de “yo esperaba un sofá y han traído una lámpara”. La relación del director deportivo de aquel año Suso García Pitarch con el entrenador tampoco era buena, lo cual hacía que la situación fuera incluso más grave. El entrenador señaló que necesitaba un jugador de banda derecha y, para contentarlo, el club firmó a Jorge López, del Villarreal, un jugador, este sí, de consenso, pero que no podría jugar la Copa de la UEFA al haber disputado la Copa Intertoto con el club amarillo.

Pero el tumulto del verano no terminaba ahí. La estrella indiscutible del Valencia en defensa, Fabián Ayala, se negaba a continuar en el club y quería ser traspasado al Real Madrid. El Valencia, al principio, se cerró en banda y pedía la cláusula de rescisión. El club merengue tenía una opción preferencial sobre su antiguo jugador Samuel Eto’o, a la cual estaba dispuesto a renunciar para fichar al jugador argentino; ofrecía 9 millones de Euros más esa opción para que el Valencia negociara libremente con el Mallorca y así firmar al delantero camerunés. El Valencia adolecía de gol tras la desastrosa temporada anterior, en la que los máximos goleadores del equipo eran futbolistas de segunda línea. El Real Madrid lo sabía y se quiso aprovechar de ello. Pero el Valencia, temeroso de vender a una de sus estrellas por la reacción de la afición rechazó la propuesta. Por eso, Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, utilizó una táctica habitual en sus negociaciones y le pidió al jugador que se declarara en rebeldía y el argentino así lo hizo. Se negó a jugar las primeras jornadas de Liga, por lo que el Valencia volvió a estudiar detenidamente la oferta y con Burdisso, del Boca Juniors, en la recámara por si Ayala salía del club. Al final, después de un mes de tiras y aflojas, y de que el club no concediera al argentino su deseo de irse al Real Madrid, Ayala decidió renovar su vinculación con el Valencia cuatro años más. Un acierto por lo que se demostraría esa temporada.
Roberto Fabián Ayala
Rafa Benítez suspiraba por retener al argentino pero también necesitaba un jugador de ataque. Y, para colmo, vio como en la noche anterior a la fecha límite del mercado de fichajes, el Valencia cedía a Salva Ballesta al Málaga y a John Carew a la Roma. Y no se traspasó a Juan Sánchez por cuestión de minutos, lo cual significaba que el número de delanteros era limitado. En los días previos también se había traspasado a Kily González al Inter de Milán, teniendo que pagar el Valencia una parte importante de la ficha que le restaba por percibir al argentino, que tenía nada menos que cuatro años más de contrato, pero la operación demostró ser ruinosa cuando se supo que en el verano anterior, por miedo a la reacción de la afición por si se vendía a uno de los jugadores más queridos de la afición, el club había rechazado unos 15 millones de Euros por él del Barcelona. El entrenador finalmente explotó y, en rueda de prensa y ante la falta de refuerzos, dijo que él intentaría sacar el máximo de la plantilla que le habían dejado y que sólo se preocuparía de eso y nada más. Benítez, a pesar de estar a gusto con la ciudad y con los aficionados, cada vez estaba más molesto con los rectores del club, lo cual desembocaría en su marcha al final de la temporada.

Por suerte, la marcha deportiva del club fue sobresaliente a principio de temporada. A finales de septiembre era líder de la Liga, jugando grandes partidos, había superado la primera ronda de la Copa de la UEFA sin problemas contra el AIK Solna sueco y por fin había una referencia en ataque sorprendente, ya que Mista demostró estar tocado por una varita mágica y demostró una facilidad goleadora que no había demostrado en temporadas anteriores. El director deportivo, García Pitarch, había intentado en verano traspasarlo al Sevilla por 4 millones pero el murciano se había negado, queriendo demostrar su categoría en el Valencia. Y lo estaba consiguiendo. Además, se ganó al Real Madrid de los galácticos en Mestalla y al nuevo Barcelona de Rijkaard y Ronaldinho en el Camp Nou. El Valencia también superó al Castellón en la primera ronda de la Copa del Rey en una eliminatoria surrealista, en la que el árbitro fue agredido desde el público de Castalia con un mechero después de señalar un penalti a favor del Valencia con empate en el marcador suspendiendo el partido; el encuentro se reanudó días más tarde y, después de días de incertidumbre sobre quién lanzaría la pena máxima (todos esperaban que fuera Baraja), el lanzador fue Mista, que erró, pero cuyo rechace aprovechó Baraja para marcar un gol que antecedería a otro tanto de Canobbio, que daría el pase a la siguiente ronda. 

El bache vino con el frío. Derrotas en Riazor, en Mestalla ante el Racing, empates en La Condomina, en Anoeta y en Mestalla ante el Celta, y un decepcionante empate en casa en la ida de la Copa de la UEFA ante el flojo Maccabi Haifa israelí, hicieron que el Valencia perdiera posiciones en Liga y que su clasificación para la siguiente ronda de la competición europea estuviera en peligro. Por suerte, el Valencia ganó a domicilio con un contundente 0-4 en un casi vacío estadio Eneco Stadion de Rotterdam (campo del Sparta), ya que no se podían jugar partidos en Israel por los problemas bélicos que acechaban al país hebreo.

Con el comienzo del año 2004 el Valencia recuperó el tono y empezó a ganar partidos con solvencia, superando dos eliminatorias coperas contra el Murcia y el Osasuna. El sistema de rotaciones de Rafa Benítez funcionaba y el equipo mostraba un nivel físico fantástico. Jugadores como Xisco, Canobbio, Oliveira, Sissoko, Garrido o David Navarro ocupaban el puesto de los teóricos titulares y el equipo no lo notaba.

El equipo funcionaba muy bien hasta que llegó el escándalo de todos los años en el Santiago Bernabeu. Ya en el mes de enero el Valencia había caído contra los merengues en la Copa del Rey, con una actuación arbitral reprobable y en la que el equipo mereció más. Pero lo ocurrido en el partido de Liga fue aún más indignante. El Valencia estaba maniatando a domicilio al Real Madrid, con un gol de Ayala que le dio ventaja durante todo el partido. Hasta que llegó el descuento y un balón largo desde el mediocampo madridista llegó al área valencianista; Raúl apoyó su cuerpo contra el de Marchena y se dejó caer de forma descarada. El árbitro picó y pitó penalti. Figo marcó y el partido terminó con empate. El escándalo fue tal que toda España hablaba de ello, conscientes del robo que había sufrido el Valencia. Para colmo, apareció el presidente del Comité de Árbitros, Sánchez Arminio, defendiendo la actuación del colegiado y todavía peor, el director del mismo comité, el ex-árbitro Díaz Vega, que se presupone parcial, salió criticando al valencianismo por sus quejas. La credibilidad del estamento estaba bajo mínimos.
 
 
Esa acción puso nervioso al Valencia y en los siguientes partidos el equipo se vino abajo, con derrotas en Mestalla contra el Barcelona y en Montjuïc contra el Espanyol, colocándose a ocho puntos del líder, el mismo Real Madrid. Por suerte, la recuperación vino poco después, superando dos eliminatorias complicadas contra el Besiktas y el Gençlerbirligi turcos, este último tras una derrota en Turquía en pleno 11-M y necesitando de un gol de plata en la vuelta en Mestalla. En Liga el equipo se encauzó y empezó a sumar victorias, con unos Vicente y Mista extraordinarios, demostrando el primero ser el mejor extremo izquierdo del mundo y, el segundo, un acierto goleador que no tenía fin, marcando 24 goles en todas las competiciones.

El Valencia llegó a abril con el liderato más cerca y en cuartos de final de la Copa de la UEFA, que empezaba a ser una posibilidad real para ganar un título. El rival sería duro, el Girondins de Burdeos, pero el Valencia encarriló la eliminatoria en Francia y la culminó en Mestalla. El Valencia se veía en semifinales con gran ilusión, ya que nunca había caído en esa ronda en competición europea, ni en Champions League, ni en Copa de la UEFA ni en la extinta Recopa de Europa. El rival serían los vecinos del Villarreal. Al mismo tiempo, el Valencia logró recortar los ocho puntos que le llevaba el Real Madrid en marzo y recuperó el liderato con una gran victoria en Zaragoza, la cual será recordada por los aficionados por el gesto del presidente Jaume Ortí poniéndose una peluca naranja, celebrando la gran marcha del club. El presidente empezaba a ser más respetado.
Jaume Ortí luciendo su peluca naranja
La maquinaria mediática empezaba a temer por una Liga que pensaban que ganarían con facilidad. El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, había decidido la temporada anterior prescindir de dos iconos de la historia madridista: el entrenador Vicente del Bosque y el capitán Fernando Hierro. Para ello, se escudó en que no eran dos personas mediáticas y, en su sustitución, fichó para su banquillo al portugués Carlos Queiroz, hasta entonces segundo entrenador de Sir Alex Ferguson en el Manchester United. También decidió apostar por una política llamada “Zidanes y Pavones”, basada en combinar los mejores futbolistas del mundo y los más caros con canteranos. Además fichó a David Beckham, que demostró vender más camisetas que buen juego. La apuesta salió fallida y en una prensa manejada vergonzosamente por Florentino Pérez, en el mes de abril, y para justificar aquella decisión, intentó desestabilizar al valencianismo vía terceras escuadras, animando desde un periódico de información madridista al Deportivo a dejarse perder contra el Real Madrid, recordándoles el penalti que falló Djukic contra el Valencia en 1994 y que causó que el Deportivo perdiera una Liga que tenían ganada. Florentino Pérez veía que su proyecto fracasaba, cayendo en la final de la Copa del Rey contra el Zaragoza y en cuartos de final de la Liga de Campeones contra el Mónaco. El equipo coruñés no se amilanó por la presión y terminó ganando su partido.

A principios del mes de mayo, el Valencia logró una victoria esencial en su lucha por la Liga, en Mestalla contra el Betis. Unos pocos días después, el Valencia debería de afrontar el partido de vuelta de la eliminatoria de semifinales de la Copa de la UEFA contra el Villarreal; la ida en El Madrigal había terminado con un empate sin goles a pesar de las múltiples ocasiones desperdiciadas por los valencianistas; y vuelta se presagiaba como un partido muy duro y así fue. En el minuto 15, Belletti hizo un penalti tonto e innecesario sobre Mista, siendo él mismo quien se encargaría de batir a Reina desde los 11 metros. El Valencia sufrió hasta el final del partido pero, al final, se llevó la eliminatoria y se enfrentaría al Olympique de Marsella francés, que venía de eliminar al Newcastle inglés.

Tres días después de clasificarse para la final de la Copa de la UEFA, el Valencia afrontaba una jornada muy importante para intentar alzarse con la Liga. Pero dependía de que tanto Real Madrid y Barcelona fallaran el sábado, lo cual era muy complicado. Pero ocurrió. El Real Madrid cayó con estrépito en el Santiago Bernabeu contra el Mallorca de un ex-madridista Samuel Eto’o más que motivado mientras que el Barça perdió en Vigo contra el Celta de Vigo. Por lo tanto, si el Valencia ganaba el domingo en el estadio del Sevilla, se proclamaría campeón de Liga sólo dos años después de su anterior título.

Para sorpresa de todos, Rafa Benítez continuó utilizando su sistema de rotaciones en el partido más importante de la temporada. En el once titular jugaron los teóricos suplentes Oliveira, Sissoko, Xisco y Jorge López, dejando en el banquillo a titulares como Baraja, Angulo y Aimar. El entrenador madrileño sabía que todavía restaban dos jornadas más de Liga y había una final de Copa de la UEFA de por medio. Pero el equipo no lo notó, fue una apisonadora y no tuvo problemas en ganar 0-2, con goles de Vicente y Baraja. El Valencia se proclamaba campeón de Liga por sexta vez en su historia.
 
Pero lo mejor estaba por llegar. Diez días después, en el estadio Üllevi de Göteborg en Suecia, el Valencia se enfrentaría contra el Olympique de Marsella en la gran final de la Copa de la UEFA. El fantasma de las finales de Champions perdidas en los años 2000 y 2001 acechaba al Valencia. Además, los franceses contaban con dos jugadores de auténtico lujo: el portero campeón del mundo y de Europa con Francia Fabien Barthez y el potente delantero marfileño Didier Drogba. El Valencia empezó el partido con dudas y con poca puntería; el conjunto marsellés tampoco creaba mucho peligro, ya que Drogba desde el principio se había dejado intimidar por Ayala pero en ataque el Valencia no estaba preciso. Finalmente llegó una acción que marcaría el resto del partido. Casi en el descuento de la primera parte, Mista se quedó sólo delante de Barthez y, cuando iba a regatearlo, el portero galo le hizo un penalti claro. Fue expulsado y el penalti fue transformado por Vicente. Fue un gol psicológico que afectó al Marsella en la segunda mitad; jugando con diez y ante un Valencia ya entonado, el cuadro francés no pudo hacer más que ser testigo de la exhibición de los de Rafa Benítez. En el minuto 57 Mista remataba el partido y el Valencia por fin se desquitó de las finales de la Champions League perdidas y levantó la Copa de la UEFA de manos de los capitanes Albelda y Baraja. Después de un principio de temporada más que problemático, el Valencia la terminaba ganando un doblete histórico.


Los jugadores fueron recibidos como héroes por una ciudad entregada. Aún así, el Valencia siempre ha estado envuelto en problemas internos y, a pesar de que los éxitos deportivos los tapaban, ellos seguían ahí. El consejero delegado del club, Manuel Llorente y el director deportivo del club, Suso García Pitarch, habían estado tanteando inexplicablemente la posibilidad de fichar a un entrenador para la temporada siguiente. Contactaron con Gregorio Manzano y César Ferrando, del Atlético de Madrid y Albacete, respectivamente. Rafa Benítez se enteró y exigió explicaciones y un nuevo contrato, dado el trabajo demostrado y los éxitos deportivos logrados a pesar de las trabas con las que se había encontrado durante sus tres años en Mestalla. Manuel Llorente le contestó que le ofrecería una renovación pero a la baja ya que, según él, “si pierdes tres partidos seguidos, te tendré que echar”. Esto colmó la paciencia de Benítez y en los días previos al histórico partido en Sevilla donde el Valencia ganaría la Liga, el preparador madrileño decidió dejar el club, a pesar de tener un año más de contrato. Había tenido ofertas de Turquía que no le satisfacían pero apareció el Liverpool, que le daba cinco años de contrato y plenos poderes a la hora de fichar, renovar y vender. No pudo rechazarlo y decidió poner rumbo a Anfield.

El dueño Bautista Soler intentó convencerle para que se quedara, consciente de que la afición podría echárseles encima; llegó a ofrecerle un contrato similar al que le ofrecía el Liverpool pero la decisión estaba tomada. Una vez terminada la temporada, con una rueda de prensa emotiva que no pudo terminar a causa de las lágrimas, Rafa Benítez dijo adiós al Valencia, yéndose en la cresta de la ola y dejando un equipo campeón, que sería nombrado el mejor del mundo del año 2004.

Manuel Llorente viajaría días más tarde a Londres a la desesperada para firmar al antiguo preparador valencianista Claudio Ranieri, que había sido recientemente despedido por el Chelsea. Le ofrecería el contrato que le negó a Rafa Benítez, demostrando así su mala relación el Benítez, que pasaron de grandes amigos a personajes antagónicos. Fue un final triste para la mejor temporada de la historia del Valencia, que provocaría una gran depresión en los años venideros, tanto en el equipo como en la afición, mientras Rafa Benítez levantaba la Champions League la temporada siguiente.
Rafa Benítez levantando la Champions League en 2005 con el Liverpool
 

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